JOSÉ Mª CUMBREÑO
(entrevista publicada aqui)

El poema como fracaso


Ángel Gómez Espada

José Mª Cumbreño (Cáceres, 1972) es uno de los poetas jóvenes de voz más personal en el actual panorama literario extremeño. Hasta ahora ha publicado Las ciudades de la llanura (Editora Regional, 2000), Árbol sin sombra (Algaida, 2003), Estrategias y métodos para la composición de rompecabezas (El Bardo, 2008), Diccionario de dudas (Calambur, 2009), así como el libro de relatos De los espacios cerrados (Fundación José Manuel Lara, 2006) y la antología bilingüe española-portuguesa Teorias da ordem (Ediçoes Sempre-em-Pé, 2008) [a lançar no próximo dia 11 de Novembro no Instituto Cervantes de Lisboa, pelas 18.15]. Poemas suyos han aparecido en revistas como Turia, El extramundi, Reloj de arena, Müsu, Diversos o Espacio / Espaço Escrito.
En la actualidad dirige la colección Litteratos de la editorial Littera libros y tiene en prensa la segunda edición (revisada) de Las ciudades de la llanura (Ediciones Trashumantes) y el poemario Breve biografía apócrifa de Walt Disney (Algaida)..
Viejo amigo de esta revista nuestra, hemos tenido la oportunidad de hablar con él de sus últimos logros, tanto en su faceta de editor como en la de excelente poeta.

—EL COLOQUIO DE LOS PERROS: ¿En estos tiempos que corren, meterse a editor de poesía se puede considerar un deporte extremo?
—JOSÉ MARÍA CUMBREÑO: Seguramente. Sobre todo si lo que se pretende es vivir de ello. En nuestro caso, a lo único a lo que aspiramos es a publicar libros que creemos necesarios. Por tanto, practicamos el equilibrismo con red. Vamos, que no vivimos de esto, lo que nos permite apostar por autores en función únicamente de su talento. Sin depender de premios ni de otras servidumbres. Los casos de Luis Arturo Guichard, Omar Pimienta, Elena Román o David Yáñez (escritores magníficos de los que oiremos hablar en el futuro) creo que son el ejemplo.
—ECP: Pero entonces, usted es de los que opinan que la poesía vive un momento de salud envidiable.
—JMC: Sí y no. Sí porque nunca ha habido tanta gente escribiendo poemas. No porque encontrar en medio de esa legión a artistas de verdad ya es muchísimo más complicado. En literatura actúa un ingrediente muy peligroso: la vanidad. Y es la vanidad (el hecho de ver el nombre de uno en la portada de un libro) la que empuja a la mayoría a no ser críticos con la obra propia. No parece saludable que el cajón de un escritor se encuentre vacío.
—ECP: ¿Convertir un poema en un rompecabezas es reconocer que se ha fallado con ese poema? O, muy al contrario, ¿es un signo de esa búsqueda de la esencialidad que alguna vez se le ha argumentado a sus poemarios?
—JMC: Todo poema es la constatación de un fracaso. La idea no es mía, por supuesto, pero me parece que describe con precisión lo que cualquier escritor debería sentir al terminar una obra. Precisamente será esa insatisfacción la que lo empujará a iniciar el poema siguiente.
—ECP: En una poética, usted dice que un poema es una casa que se construye con ausencias y presencias. ¿También con dudas, podríamos añadir ahora?
—JMC: Con dudas, recortes, retales, caminos sólo de ida, verdades a medias y mentiras piadosas. Es la asimetría lo que me parece que define la naturaleza humana.
—ECP: Esa metáfora de las puertas como vía por donde entra el poema y por donde comienza la búsqueda es una constante en sus poemarios, creo entender. Entonces, ¿su poesía se nutre más de las puertas que ha ido cerrando o de las puertas que gusta de abrir para observar?
—JMC: En cualquier caso, de huecos por los que pasar o colarse. Las puertas (incluso las que se tapian) son seres misteriosos que cambian a quien los atraviesa.
—ECP: Usted ha afirmado que un poema ha de aspirar a ser pura tensión. ¿Eso es lo que José Mª Cumbreño le pide al poema, por tanto?
—JMC: Es que la poesía debe tensar el idioma hasta llevarlo a decir cosas que habitualmente no dice.
—ECP: Un árbol sin sombra, un diccionario de dudas, una estrategia para componer un rompecabezas… ¿Es así como ve José Mª Cumbreño el poema antes de llevarlo al papel?
—JMC: Supongo que siento debilidad por lo imperfecto.
—ECP: De sus cuentos, tan vinculados a su forma de entender el poema y la poesía dice que son espacios cerrados. ¿No hay, por tanto, en el cuento posibilidad de puertas?
—JMC: Al contrario. Las cárceles se construyeron para huir de ellas. Como los cuentos a los que se refiere. Porque se supone que los textos que componen De los espacios cerrados son cuentos, aunque yo no lo tengo tan claro. La narrativa breve y la poesía comparten su debilidad por el escapismo.
—ECP: ¿Cómo se siente al ver su obra trasvasada a una lengua tan amiga de los extremeños como es el portugués?
—JMC: Como un privilegiado. La consideración que en Portugal se tiene de la poesía no tiene nada que ver con lo que ocurre en España. Pensemos que un autor como Peixoto ha vendido de su último poemario nada menos que 12.000 ejemplares. Eso en nuestro país no lo logra ni el poeta más consagrado [...] A ello hay que unir que la traducción de Teorias da ordem la ha realizado uno de los mejores poetas portugueses, Ruy Ventura, quien estoy seguro de que ha mejorado el original.
—ECP: Con la desaparición, triste para todos, de Ángel Campos Pámpano, ¿ha perdido más la literatura extremeña o la literatura portuguesa?
—JMC: La ibérica.
—ECP: ¿Qué deberían aprender los jóvenes poetas extremeños —por extensión pongamos también a los españoles— de la poesía hecha hoy en Portugal?
—JMC: Su curiosidad por buscar nuevos caminos para la poesía.
—ECP: ¿Qué poemarios de los que han aparecido en los tres últimos años le hubiera gustado incluir en su colección Litteratos?
—JMC: Más que libros en concreto, citaré algunos autores cuyos nombres me encantaría ver en el catálogo Litteratos. Porque sería magnífico contar con algún título de escritores como Déborah Vúkusic, Benito del Pliego, Víctor M. Díez, Susana Medina o Miriam Reyes.

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